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Uno de sus objetivos fundamentales es el monitoreo sísmico permanente de la actividad de origen tectónico y volcánico del territorio nacional.

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Los volcanes activos son observados a través de diversas tecnologías.

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La tecnología comprende un conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. No es de sorprenderse que a diario aparezcan nuevas técnicas y revolucionarias teorías que permitan que la tecnología avance a pasos agigantados, facilitando procesos y resolviendo problemas dentro de diversas áreas del quehacer de la comunidad en general.


Desde su creación, el IG ha visto la necesidad de utilizar instrumentos que le permitan realizar una precisa vigilancia tanto en sísmica como en varios otros parámetros relacionados al vulcanismo.

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El jueves 10 de diciembre el Sr. Cristian Panchana, miembro del Área de Vulcanología del IGEPN y estudiante de la carrera de Ingeniería Geológica de la Escuela Politécnica Nacional, dio una charla sobre “Estudio de los Domos del Volcán Quilotoa y su Correlación con la Estratigrafía del Volcán”. El evento se llevó a cabo en la Facultad de Geología y Petróleos de la EPN y representa un avance nuevo en los estudios sobre el Volcán Quilotoa. El trabajo fue parte de su Proyecto de Titulación previo a la obtención del título de ingeniero geólogo.

El ahora Ing. Panchana se refirió a la identificación de dieciocho domos alrededor de la caldera actual del volcán en base a sus estudios petrográficos detallados.  Estos domos se formaron durante los últimos cuatro ciclos eruptivos (correspondientes a los últimos 34.000 años), de los trece ciclos eruptivos que comprenden la totalidad de la historia geológica del volcán que lleva alrededor de dos cientos mil años.

Los 18 domos del volcán Quilotoa y su correlación con la estratigrafía del volcán

Foto 1. Vista hacia el Norte del Volcán Quilotoa, fotografía tomada por J. Anhalzer.

Los 18 domos del volcán Quilotoa y su correlación con la estratigrafía del volcán

Foto 2. El Sr. Cristian Panchana dando su charla en la Facultad de Geología y Petróleos de la Escuela Politécnica Nacional. Fotografía tomada por E. Telenchana – IGEPN.

Los 18 domos del volcán Quilotoa y su correlación con la estratigrafía del volcán

Foto 3. Recolectando muestras en el borde suroriental de la caldera del volcán. Fotografía tomada por P. Ball.

Los 18 domos del volcán Quilotoa y su correlación con la estratigrafía del volcán

Foto 4. Mapa resultante del estudio petrográfico, donde se representan con números los dieciocho domos identificados, los cuales además, se encuentran separados por color según su edad y el ciclo eruptivo al cual pertenecen.

MADRID, 25 (EUROPA PRESS)

El portal de búsqueda de viajes www.skyscanner.es asegura que los desastres naturales tienen un efecto positivo sobre el turismo así, aunque inundaciones o terremotos tengan un efecto devastador sobre personas o bienes, el interés por conocer la zona afectada o el deseo de ayudar a la recuperación de la región incrementa el número de turistas interesados en visitar estos lugares.

Las inundaciones de Tailandia y los terremotos registrados en Japón y Nueva Zelanda en 2001 tuvieron efectos negativos en las regiones aunque, aparentemente, poco efecto a largo plazo sobre el turismo.

Así, según los datos de Skyscanner, Tailandia sufrió un devastador tsunami en diciembre de 2004, en el que murieron más de 5.000 personas, la mitad de ellas turistas. Este año, los visitantes aumentaron un 22%, después de haber tenido un crecimiento del 12,63% durante 2010.

Actualmente el número de visitantes a Tailandia es de unos 20 millones, aproximadamente dos veces más de los que tenía antes del tsunami, y las búsquedas de vuelos, según Skyscanner, no se han visto afectadas de forma importante.

Otro caso curioso es Islandia, donde la aerolínea Icelandair envió un comunicado de prensa durante los días de la erupción del volcán Grimsvotn en mayo de 2011 instando a los visitantes a llegar rápidamente a ver las cenizas antes de la operación de limpieza las hiciera desaparecer.

Eyjafjalla, que cerró los cielos de Europa en 2010, es hoy uno de los recorridos más populares de la isla y ha sido inaugurado un museo en el primer aniversario de la erupción en la que nadie murió.

Las búsquedas de vuelos a Japón en Skyscanner cayeron en marzo después del terremoto y el tsunami que mató a 18.000 personas, aunque  recuperaron a finales de año a un nivel superior a como estaban antes del desastre.

En Nueva Zelanda, el terremoto de febrero de 2011 golpeó duramente a Christchurch y causó 181 muertos. Canterbury estima que perdió al menos 308,8 millones de euros en el gasto que hubieran generado los visitantes internacionales y 900 puestos de trabajo tras el sismo, debido a la pérdida de alojamientos y del centro de convenciones.

Sin embargo, las búsquedas a nivel mundial a Nueva Zelanda han recuperado los niveles anteriores al terremoto en junio y continuaron subiendo hasta final de año, ayudadas por la copa del mundo de rugby celebrada en octubre.

Además, el lanzamiento de la película 'El Hobbit', prevista para finales del 2012, también contribuirá a que la industria del turismo se recupere, aunque la recuperación local puede llevar varios años.

"La aparición de imágenes de un determinado destino, aunque sea por motivos trágicos, ayuda a situarlo en el mapa y para unos, despierta el interés ya que confía que, una vez pasado el desastre no hay probabilidad de que otro vuelva a suceder y ello anima a visitarlo", afirmó Eliana Gómez, representante de Skyscanner para el mercado español.

Además, muchos turistas consideran su viaje como una muestra de solidaridad hacia un lugar que necesita más que nunca recuperarse. "A estos se les suma los que se mueven por la curiosidad de ver el desastre o donde sucedió", concluyó Gómez.

Tomado de: http://www.finanzas.com/noticias/economia/2012-01-25/643585_desastres-naturales-tienen-efecto-positivo.html

 

MADRID, 24 Oct. (EUROPA PRESS) -

   Los equipos de rescate que trabajan en la zona devastada por el terremoto de 7,2 grados en la escala Richter que sacudió ayer la provincia de Van, en el este de Turquía, y ha dejado ya al menos 264 muertos, han denunciado este lunes la falta de material adecuado para poder encontrar y sacar con vida a las personas atrapadas bajo los escombros.

   "Estamos trabajando con herramientas primitivas, no tenemos equipos" adecuados, ha lamentado uno de los rescatistas en declaraciones al diario 'Hurriyet'.

   Según el personal de emergencia, esta mañana escucharon voces que pedían ayuda debajo de los escombros a los que había quedado reducido un edificio y comenzaron a trabajar para tratar de llegar hasta los supervivientes. Sin embargo, los gritos dejaron de oirse hacia mediodía, por lo que solo han podido excavar para recuperar los cuerpos sin vida.

   "No podemos llegar a los supervivientes lo suficientemente rápido", ha señalado un miembro de un equipo de rescate. Según el diario, los ánimos entre los rescatistas son bajos y algunos miembros no pueden sino llorar de frustración ante la situación.

   Según han explicado, hay una máquina para encontrar a personas bajo los escombros pero solo hay una y está en el distrito de Ercis, el más afectado por el terremoto. Así pues, "gritamos en los edificios derrumbados, preguntando si hay alguien", explica un efectivo.

   Entretanto, el ministro del Interior, Idris Naim Sahin, ha indicado que el número de muertos asciende ya a 264 y sigue habiendo cientos de personas desaparecidas, en su mayoría debajo de los escombros, según informa la cadena NTV. El viceprimer ministro, Besir Atalay, en declaraciones desde Van, ha precisado que hay más de 1.300 heridos.

   Desde que se produjo el terremoto de 7,2 grados hacia las 12:41 horas de ayer y que duró unos 25 segundos, la zona se ha visto sacudida por más de 200 réplicas.

Fuente: http://www.europapress.es/internacional/noticia-equipos-rescate-turquia-denuncian-falta-medios-20111024164644.html

Martes, 28 Febrero 2023 08:52

Los retos de los cuatro actores

(A continuación se muestra un artículo publicado por el Dr. Pablo Palacios, investigador del IG-EPN. La responsabilidad de las opiniones expresadas en el artículo incumbe exclusivamente a su autor, y su publicación no representa la posición del IG-EPN.)

El proceso eruptivo del volcán Cotopaxi pone en movimiento a varios actores de nuestra sociedad. El cómo nuestra comunidad enfrente este proceso depende de nuestra realidad actual, de los recursos de conocimiento y organización que tengamos durante el momento más intenso de la erupción. ¿Cuál es esta realidad? ¿Cuáles son sus actores?

Durante la erupción de octubre de 1999 del volcán Tungurahua, nuestro país pasaba por una crisis política y económica que generaría una migración de cerca de un millón de ciudadanos entre 1999 y 2007. Atender dicha erupción no fue una prioridad política del momento, por lo que la evacuación de la ciudad de Baños, que duraría cerca de tres meses, fue sólo una acción de respuesta impuesta a la fuerza, no organizada, no un acto consciente planificado de autoridades y ciudadanía. Los baneños regresaron arriesgando su vida y enfrentando a fuerzas militares. El poco apropiado manejo de la crisis, sumado a una erupción de baja intensidad, generó en los baneños una permanente falta de confianza en autoridades y en el Instituto Geofísico, como ente de vigilancia e investigación. Aunque esta actitud evolucionó con el tiempo, muestra la profunda influencia de una crisis política y económica en las acciones requeridas frente a un evento natural que amenaza la vida de la gente, y como tal crisis induce desconfianza en la psique de la población. ¿En qué grado esto puede repetirse en una erupción del Cotopaxi? ¿Son realmente muy distintas las circunstancias actuales a las del pasado? ¿Qué se ha aprendido del Tungurahua y puede ser efectivamente posible aplicar en Cotopaxi?

Nuestro país pasa por una crisis más política que económica, y que se profundiza rápidamente, con causas no muy evidentes para muchos políticos y desapercibidas para esa mayoría cuya urgencia es la supervivencia del día a día. Nuestro país no puede sobrevivir al margen de lo que ocurre en el mundo. Desarrollos tecnológicos, de comunicaciones como el internet, de vacunas como la del COVID y muchos más, muestran nuestra profunda dependencia con una realidad global que nos supera en muchos aspectos. Pero al igual que los beneficios, los problemas del mundo, como el calentamiento global, las cadenas internacionales de narcotráfico y violencia, las migraciones y las crisis políticas de las grandes potencias, también son nuestros problemas. Sin comprender algo de ellos no entenderemos qué nos pasa y nuestras acciones serán erráticas.

La globalización como sueño político económico de finales de los 90 y de la primera década del siglo XXI, por parte de la democracia liberal occidental, está en una crisis que demandará mucha creatividad para reinventarse y afrontar los problemas globales urgentes. Uno de los efectos de esta crisis es el Brexit, la respuesta británica a sus problemas económicos y de migración, con tintes nacionalistas y que retrocede en la construcción de una sociedad global.

Y ahora, la guerra de Ucrania despierta temores de un conflicto global que a más de uno hace pensar en un futuro incierto y si es tiempo de actuar más protegiendo intereses propios que los de todos. Pero nuestros políticos a duras penas vislumbran los efectos de esta realidad en nuestro país. Durante los 44 años de nuestra democracia reciente, hemos sido gobernados por personajes, más que por grupos ideológicos, de izquierda, derecha, centro, y populistas de variados colores. Los discursos sobre la corrupción han servido tanto para llegar al poder como para sacarlos de él. El efecto más notable de estas transiciones en la población es una más arraigada desconfianza en la clase política. Esta clase política es unidimensional y ve su realidad desde los extremos de la línea izquierda-derecha, explotados-explotadores, y no ha sido capaz de reinventarse e incorporar nuevas dimensiones. No ve los problemas del mundo, y no sabe cómo reaccionar frente a ellos. Quizá uno de los más serios sea la corrupción, que está en todos los niveles de interacción social, que permea nuestras relaciones diarias, amenazando con dar espacios de poder lícito a estructuras delictivas organizadas internacionales que acabaría por deteriorar nuestra débil democracia. Es la desconfianza del ciudadano común en los políticos, en sus discursos, y en las instituciones del estado, la que ha venido creciendo durante 44 años, y en estas circunstancias debemos afrontar la fase más intensa de la erupción del Cotopaxi.

Cuando he asistido a reuniones sobre la crisis del Cotopaxi, las preguntas recurrentes han sido ¿en qué creemos?, refiriéndose a información contradictoria que encuentran, y ¿en quién creemos? refiriéndose a políticos con posiciones dispares, o a declaraciones de científicos.

Varias veces son personas que no creen en autoridades ni en instituciones del estado, como el Instituto Geofísico o la Secretaría de Gestión de Riesgos, Gobernaciones, o Alcaldías, y no son pocas las veces que nos ven con sospechas de intereses personales o económicos. Pero también hay personas esperanzadas en lo que podamos hacer, pero atemorizadas por lo que escuchan de tantos otros, en últimas igualmente desorientados. Este ambiente de caos de la psique social es terreno fértil para especuladores, quienes en una mano portan noticias apocalípticas, y en la otra venden soluciones fatuas. Este escenario de desconfianza profunda no se diferencia mucho del que ocurrió ya en 1999 en la erupción del Tungurahua, pero actualmente con medios de difusión más eficaces.

Los medios de prensa, grandes y pequeños, en la mayoría de las ocasiones reproducen información sin contrastar, sin hacer las preguntas que deberían, en parte porque es limitado el periodismo especializado en nuestro país, particularmente en relación con amenazas naturales. Bajo el acierto de afirmar que todos tenemos el derecho de expresión –soy el primero en defenderlo, pero acompañado de responsabilidad– se difunden opiniones variadas y contradictorias justificando ello con la idea de que cada uno tiene su propia verdad, y que éstas deben conocerse, en relación con los eventos que ocurren. Nada más dañino que confundir verdad con opinión para afrontar una crisis. En la ciencia no existe muchas verdades sobre la ocurrencia de un evento, sólo hay una, aunque sea transitoria en la medida que aprendemos. La abundancia de medios y la rapidez con la que se transmite la información es radicalmente superior a las de 1999 y 2015, cuando por primera vez en el siglo XXI el Cotopaxi expulsa ceniza. Y ahora en 2023, periodistas, científicos y autoridades tenemos que bregar con olas de desinformación y distorsiones, acompañadas de ira, miedo, insultos, y luchas que no siempre tienen un norte.

Todos tenemos nuestras batallas. Los ciudadanos en zonas de influencia del Cotopaxi podrían organizarse, independientemente de autoridades locales o nacionales, de modo similar a como lo hicieron las comunidades del flanco occidental del Tungurahua, con resultados muy positivos. Pero la diferencia de escala en el tamaño de la población, la diferencia en recursos que se necesitan, las coordinaciones entre los diferentes sectores son un reto para una respuesta adecuada, especialmente en horas de la noche. Para muchos, aunque con una desconfianza minada por 44 años de decepciones, quizá sea inevitable mirar a las autoridades políticas para afrontar la escala del problema. La batalla de los políticos quizá será más sui géneris, pues tendrán que desvestirse de las banderas políticas que los llevaron al poder, inhibirse de los ataques a políticos pasados, para centrarse en el presente y generar acciones en las que se palpe que trabajan por todos y por un bien común. Y a la fecha actual, para mayo habrá una transición de poderes locales. ¿Qué tipo de políticos vienen? ¿Serán acaso capaces de dialogar con los salientes, aunque no sean de sus propios partidos o movimientos, puesto que ellos algo aprendieron desde octubre pasado cuando inició este nuevo pulso eruptivo de Cotopaxi? ¿Será que los nuevos políticos empezarán de cero en la gestión del riesgo relacionado con el Cotopaxi? Y la batalla del Instituto Geofísico tampoco es simple.

Como todo grupo humano, somos falibles. Nuestros errores nos han impulsado a buscar nuevas formas de comunicarnos, a generar nuevos desarrollos, a investigar nuevos procesos.

Cotopaxi es un nuevo volcán, no hay dos iguales en el mundo, y sin embargo hay similitudes que intentamos explotar al máximo. La vigilancia en tiempo real implica muchos riesgos en comunicación y tanto nosotros como el resto de la comunidad aún tenemos que aprender a identificar nuestros puntos débiles y fuertes.

Vendrán momentos difíciles, enfrentar al Cotopaxi no será simple, no habrá héroes y esperemos que tampoco villanos a final del día. Todos los cuatro actores, el Instituto, las autoridades, los medios y el resto de la comunidad, arriesgamos mucho, pero espero que cuando se despeje la larga noche de ruido, lodo y ceniza, podamos vernos al rostro unos a otros y saber que cada uno contribuyó positivamente, para minimizar los daños y seguir adelante haciendo país. Es tiempo de juntos prepararnos; es tiempo, no sabemos cuánto de él no queda.


Pablo B. Palacios, PhD.
Investigador del Instituto Geofísico
28 de febrero de 2023

 

Los terremotos han matado, directa o indirectamente, a más de 780.000 personas entre 2001 y 2010, es decir, cerca del 60% de la mortalidad relacionada con el conjunto de las catástrofes naturales, según un estudio publicado este viernes por The Lancet.

"Además de estos muertos, los sismos han afectado directamente a 2.000 millones de personas suplementarias durante el mismo periodo" de diez años, destaca el estudio.

El más mortífero de esos sismo es el que golpeó a Haití el 12 de enero de 2010, de magnitud 7, que causó 316.000 víctimas. El temblor que generó un tsunami en el océano Índico el 26 de diciembre de 2004, de magnitud 9,1, dejó 227.000 muertos.

El estudio de The Lancet busca sobre todo convencer a los responsables políticos y de los organismos de ayuda de que los sismos son una prioridad en términos de salud pública, y prevenir a los médicos sobre las patologías que deberán tratar en caso de tales desastres.

La mortalidad provocada por los sismos se produce en oleadas sucesivas. Primero son las víctimas del desplome de edificios, horas más tarde las que sucumben a heridas internas, al cabo de días o semanas fallecen los heridos con complicaciones o infecciones.

Las principales patologías censadas entre los sobrevivientes están vinculadas al aplastamiento de los riñones, hígado y bazo, seguidas por los traumatismos de la columna vertebral, fracturas y laceraciones varias.

Los niños constituyen el grupo más vulnerable y representan entre 25% y 53% de los pacientes después de un sismo, señala el estudio.

Además de las operaciones de salvamento, los socorristas deben enfrentarse con el desarrollo de enfermedades contagiosas en refugios saturados. A pesar de las creencias, la presencia de cadáveres en los escombros no representa un peligro particular.

A largo plazo, los sismos tienen un impacto importante en la salud mental, sobre todo en forma de depresiones.

Numerosas megalópolis están situadas en zonas sísmicas, como Tokio (32 millones de habitantes), México (20 millones), Los Angeles (15 millones) y Estambul (9 millones).

ri-ban/jca/nas/jmr.

Fuente: http://feeds.univision.com/feeds/article/2011-11-03/los-sismos-mataron-a-mas