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Puerto Príncipe. AFP
Haití / Publicado en El Comercio el 10 de enero de 2011
"Estaremos aquí por un largo tiempo aún, tal vez no salgamos jamás”, dice Idamente, una madre de 10 hijos,  que continúa “alojada” en el mismo estadio, ubicado en el suburbio de Puerto Príncipe un año después del terremoto que devastó la capital haitiana.
Un niño camina por un campo de refugiados, expuesto al cólera por el agua contaminada. Foto:Noticiassin.com

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USD 1 200 millones fueron transferidos de los USD 5 300 millones prometidos para los dos años.


Esta mujer de  50 años vive a la sombra de la iglesia Santa Teresa de Pétion-Ville, destruida por el temblor que causó la muerte de al menos 220 000 personas en el país más pobre de América.

Cerca de ella, dos niños corren, gritan y juegan a hacer girar una vieja silla en la entrada del pequeño estadio de fútbol que alberga desde hace un año a cientos de personas sin techo.

La eficacia de las ONG en Haití está en cuestión

Los centenares de organizaciones humanitarias que llegaron a Haití tras el terremoto del 12 de enero del 2010 siguen desarrollando un papel fundamental pero algunos dudan de su eficacia y les reprochan haber puesto al país bajo tutela.

“Haití es un Estado ONG. Nadie conoce con exactitud el número de asociaciones que hay, ni lo que hacen, ni lo que gastan”, se lamenta Karl Jea-Louis, responsable del observatorio ciudadano de las acciones de los poderes públicos (Ocaph) .

Su organización, que vigila el impacto de la ayuda internacional, reclama que las organizaciones humanitarias abandonen el país de forma progresiva.

“El país está controlado por las ONG, es una situación intolerable”, dice un funcionario haitiano que pide el anonimato, mientras la Cruz Roja de Haití habla de “resultados moderados”.
“¿Las ONG han sido  eficaces? La ayuda humanitaria fue necesaria, pero el resultado ha sido mitigado”, afirma Michaelle Amédée Gédéon, presidenta de la asociación. “Las ONG, en Puerto Príncipe sobre todo, son la condición para sobrevivir. La catástrofe solo intensificó la dependencia en la ayuda internacional”, dice Pierre Salignon, de Médicos del Mundo.

Las lonas bajo las cuales se cobijan las familias están ajadas y descoloridas. Pero la gente no se ha movido. Al contrario, el parque cuenta con nuevos ocupantes. Incluso la familia de Idamente se agrandó con el nacimiento de Milona, hace  3 meses.  “Fue concebida aquí”, dice la madre, cuyo hijo mayor tiene 28 años.

A pesar de la masiva intervención de las asociaciones humanitarias, Idamente no vislumbra mejorías en su “miserable” existencia. “Estamos a la gracia de extranjeros que quieren hacer cosas, pero el Gobierno no tiene proyectos para nosotros”, dice la mujer con desolación.

Más lejos se ve a unas mujeres atareadas detrás de sus pequeños comercios instalados de cualquier modo. Cerca, un hombre pedalea con energía en una máquina de coser. “Fue hace un año, pero nadie lo olvida”, dice Alfred Louis Dès, sastre de profesión.  “Yo retomé mi oficio tiempo después de la catástrofe. Tengo una familia que alimentar, debo asegurar la escolaridad de mis hijos”, dice Alfred, de 57 años.

Llegado a este lugar al día siguiente del sismo, este padre de seis hijos recuerda los primeros momentos casi sin emoción.

“Durante el sismo yo gritaba ‘la sangre de Jesús’ y unos momentos después descubrí mi pequeña casa derrumbada y mi familia dispersada”, dice y que recuerda la enorme muchedumbre presente en el estadio a su llegada.

Alfred podría pasarse horas contando su historia, como para desahogarse. Con una sonrisa sin dientes, recuerda los momentos más difíciles: “Las temporadas de lluvias, dormíamos parados y nos empapábamos. Gracias a Dios todavía estamos vivos”, comenta, condenando a las autoridades, “esa gente de mala fe que no ha hecho nada para cambiar nuestra situación. No deberíamos seguir en el mismo lugar”.
Su hija Marie-Flore, de 25 años, también se encomienda a Dios, aunque reconoce que estuvo a punto de perder la fe con el shock del sismo.  “Retomé el camino de la fe y creo que solo Jesús a su regreso cambiará Haití”.

Tomado de: Diario El Mercurio de Chile, 4 de enero de 2011

Autoridades insisten en que la autoevacuación es la principal medida de precaución ante emergencias: Onemi y Shoa explican demora de 19 minutos en descartar maremoto en sismo de 6,9 ° Ritcher

Armada informó que sólo 14 minutos después del temblor se obtuvo la información que permitía evaluar la situación y así, posteriormente, dar aviso a las autoridades civiles.  

A. BARRÍA Y M. TORO 

Sólo 14 minutos después del sismo 6,9° Richter del domingo, el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (Shoa) tuvo los datos que permitieron, en un lapso de 5 minutos, descartar el riesgo de un maremoto en las costas del sur.

La información llegó a las 17:34 horas desde el Pacific Tsunami Warning Centro (PTWC) y a las 17:39 horas ya estaba en manos de la Onemi, que lo comunicó a la población.

Sin embargo a esa hora, en Puerto Saavedra, Tirúa y Mehuín, la gente ya había huido a los cerros. "Cuando hay un sismo que no permite mantenerse de pie, esa es la alerta de tsunami. No hay que esperar a la Onemi, Bomberos o el Shoa", comentó Vicente Núñez, director nacional de la Onemi.

La Armada, sólo aceptó referirse al tema a través de un comunicado. En éste señaló que "el tiempo de análisis científico-técnico que debe realizar el personal del Shoa para descartar o emitir alerta de tsunami, dependerá exclusivamente de los datos que entregue la entidad encargada de monitorear los sismógrafos".

Por eso, la institución enfatizó que "es fundamental reiterar la importancia de la entrega oportuna y -en lo posible en tiempo real- de los datos sobre un sismo ocurrido, misión hasta ahora de exclusiva competencia de los organismos sismológicos".

Lección aprendida

Haciendo un balance respecto de cómo se reaccionó ante la que ha sido una de las réplicas más fuertes del terremoto, Núñez insiste en que evacuación preventiva es la principal lección aprendida por la gente. "Ese es un muy paso importante", destaca.

Pero asimismo plantea que aún quedan algunas lecciones por aprender en ese sentido, como por ejemplo que la evacuación debe ser peatonal, porque los vehículos pueden generar accidentes, atochamientos y finalmente atrasar el proceso.

De todas maneras y para evitar posibles catástrofes, tras el 27/F la Onemi decretó que en caso de que haya un sismo sobre los 8° Richter en la costa, se decretará inmediatamente la evacuación total de la población, sin esperar la información del Shoa. "Independiente que el Shoa me diga 10, 20 o 15 minutos después que fue correcta la evacuación, yo ahí voy a mantener la alerta en los lugares que se evacuó", explicó Núñez.

''El mensaje de la autoevacuación preventiva se ha logrado transmitir y parte de la lección que nos deja el 27 de febrero quedó en evidencia ayer. Ese es un paso muy importante".

VICENTE NÚÑEZ, DIRECTOR DE ONEMI

''Es fundamental reiterar la importancia de la entrega oportuna y -en lo posible en tiempo real- de los datos sobre un sismo ocurrido, misión hasta ahora de exclusiva competencia de los organismos sismológicos".

SERVICIO HIDROGRÁFICO Y OCEANOGRÁFICO DE LA ARMADA

Los avances

A. Nacional de Emergencia:

En mayo, el Presidente anunció la creación de una agencia que reformulará el sistema de alerta temprana y contará con más recursos y tecnología para responder en 7 minutos en caso de catástrofe. El proyecto para crear la agencia aún se encuentra en desarrollo.

Apoyo de las radios:

En octubre se firmó un convenio con la Archi para que éstas informen a la población sobre las alertas en caso de emergencia. También radioaficionados están trabajando coordinados con la Onemi.

Teléfonos satelitales:

Tras el terremoto se habilitaron estos aparatos en todas las sedes regionales. Asimismo, siete oficinas fueron trasladadas a zonas más seguras.

Trabajo de 24 horas:

Una de las principales cosas que Vicente Núñez destacó sobre la emergencia de ayer es que en todas las regiones había personal trabajando, pese a ser domingo. Esto, ya que tras el 27/F se activaron turnos de 24 horas los 7 días de la semana en todo el país.

Mensajes de texto:

El proyecto apunta a que a través de un sistema centralizado se pueda avisar a la población de la zona en emergencia sobre la situación por esta vía. El proyecto aún se está redactando junto a la Subtel.

 

Tomado de: Diario Mercurio de Chile, 4 de enero de 2011

Aunque el sismo de este domingo fue de menor magnitud, causó menos daños y afectó a menos población que el terremoto del año pasado, sí se le puede usar como parámetro para apreciar cómo han cambiado las comunicaciones de emergencia del Estado.

La principal modificación -dice el subsecretario Jorge Atton- es que ya no hay dependencia de la red comercial, lo que impidió que las autoridades recibieran información oportuna tras la tragedia del 27 de febrero.

Actualmente, si la telefonía colapsa, se usa inmediatamente la red de emergencia de la Onemi, que emplea radiofrecuencia VHF/HF, y se empieza a operar con teléfonos satelitales que están en manos del Gobierno central, operarios de la Onemi, intendentes y jefes policiales en cada una de las regiones. Los alcaldes no disponen de este tipo de equipos.

Como respaldo adicional, también se utiliza la red Torrente del Ejército y el sistema de comunicaciones de Carabineros, que fueron mejorados para garantizar su operación ante una catástrofe, cosa que no ocurrió en el terremoto.

"Todo ahora está escrito en protocolos, se hacen simulacros y se prueban las redes diariamente", señala el subsecretario Atton.

La amplia red de radioaficionados de Chile es usada para coordinar la comunicación con la ciudadanía. De hecho, Arturo Fernández, radioaficionado de Temuco, estuvo operando los equipos en la Onemi regional y coordinando el contacto con otros radioaficionados de las zonas más rurales y apartadas que fueron afectadas por el movimiento telúrico.

El sábado 23 de diciembre de 1972, a las 00:35 (hora local) la ciudad de Managua, capital de Nicaragua,  fue sacudida por un fuerte sismo de 6,2 en la escala de Richter. El sismo, cuyo epicentro se localizó en el lago Xolotlán, tuvo una profundidad de solo 5 kilómetros, destruyó el centro y vastas áreas de esta ciudad. Aproximadamente cinco mil muertos, 20 mil heridos y 250 mil personas sin hogar fueron el resultado de este terremoto.

 

Rescatistas buscan a sobrevivientes en Managua

 

A continuación traducimos una nota publicada en la página del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), una de las pocas fuentes científicas que existen en la web sobre este terremoto.

 

El terremoto de magnitud 6,2 fue uno de los peores desastres del año 1972 –y el más letal registrado en el hemisferio occidental arriba de Sudamérica. Ocurrió el 23 de diciembre cuando un fuerte movimiento destruyó la mayor parte de la capital nicaragüense, Managua.

 

Aunque cientos de replicas fueron reportadas, solo dos excedieron la magnitud 5 y éstos ocurrieron dentro de una hora después al principal terremoto.

 

Managua sufrió un desastroso terremoto en 1931 cuando 2 mil personas resultaron muertas. Un sismo de magnitud 4,5 dañó varios cientos de casas en 1968.

 


Desde el aire, Managua parecía una ciudad sitiada. Enormes llamas emergían desde su destruido centro. Personas y carros corrían enloquecidos a través de montones de escombros en todas direcciones buscando a sus familiares y pertenencias.  Para aquellos que podían recordar el 31 de marzo de 1931 ésta fue solo otra visita de un viejo enemigo, la primera recurrencia de una pesadilla sísmica 41 años después.

El terremoto que golpeó la capital de Nicaragua cerca de la medianoche del 23 de diciembre partió el suelo, las calles y las estructuras con sus grandes ondas y transformó la mayor ciudad de toda América Central en un campo de ruinas. Aunque no fue un sismo de magnitud tan grande, el terremoto de Nicaragua tuvo un foco superficial virtualmente debajo de la ciudad, de modo que mucha de la energía sísmica disipada tuvo que ser absorbida por Managua.

Por cerca de un día, la enmudecida ciudad permaneció en un silencio de muerte, aislada del mundo excepto por ocasionales reportes recibidos por radioaficionados antes de que la luz eléctrica de Managua se cayera por completo. Entonces, en tanto las agencias de socorro en las naciones americanas y el mundo entero empezaron a trabajar, desesperanzadores reportes empezaron a llegar. Dos terceras partes de los 325 mil residentes de Managua fueron desplazados, y tres cuartas partes de la ciudad fueron sacudidas hasta hallarse casi en escombros. Peor aún, los vientos de la estación seca habían esparcido el fuego por la ciudad, y el golpe del sismo incendió los hornos eléctricos y las líneas de distribución de gas, además de romper los cables eléctricos. El hambruna y las enfermedades persiguieron a los sobrevivientes.

Un número entre 3 mil y 7 mil personas resultaron muertas por el terremoto y aproximadamente 15 mil fueron heridas. El cuadro completo tal vez nunca se conozca, el miedo a una epidemia causada por los cuerpos descompuestos, despedazados y sepultados por doquier llevó a las autoridades a declarar camposantos las áreas más afectadas. En términos de muertes, este parece haber sido el peor desastre sísmico jamás registrado para el hemisferio occidental sobre Sudamérica. Hasta el evento de Managua, el peor terremoto registrado para esta parte del mundo fue un movimiento telúrico en Kingston, Jamaica, que en 1692 mató a más de 2 mil personas.

 

Más información en

http://earthquake.usgs.gov/earthquakes/world/events/1972_12_23.php

http://www.manfut.org/managua/terremoto72.html

 

 

La Agencia Meteorológica de Japón (AMJ) informó el 22 de diciembre de un terremoto de 7,4 grados en la escala de Richter con epicentro al este de las Islas Bonini, aunque no se espera que ocasione daños de consideración.

En un primer momento la AMJ emitió una alerta a las 02:28 (hora local de Japón) ante la previsión de que olas de hasta 2 metros pudieran impactar las islas cercanas. La alerta fue finalmente retirada a las 07:20 (hora local de Japón).

La Agencia Geológica de Estados Unidos (USGS) coincidió en cifrar en 7,4 grados la magnitud del movimiento. El epicentro se situó a 14 kilómetros de profundidad y a 1 875 kilómetros al suroeste de Tokio.