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Después del devastador terremoto del 12 de enero de este año, que dejó alrededor de 250 mil muertos y una enorme destrucción de la infraestructura pública (incluidos hospitales), Haití está siendo azotado por una epidemia de cólera. El terremoto de febrero agravó la falta de recursos, institucionalidad y organización social para enfrentar problemas de salud pública como este.

Según la agencia EuropaPress, el número de fallecidos por cólera en Haití ha alcanzado los 1.344, según un nuevo balance del Gobierno haitiano divulgado este lunes y que eleva a casi 57.000 la cifra total de contagiados.

El informe, relativo al pasado 19 de noviembre, calcula en el 2,4 por ciento la tasa de mortalidad a causa de la enfermedad, que podría llegar a afectar en los próximos meses a cientos de miles de personas. Por departamentos, el más afectado sigue siendo el de Artibonite, donde han fallecido 655 personas.

Aunque las estimaciones iniciales cifraban en unos 200.000 el número de haitianos que podría contagiarse del cólera, detectado en el país caribeño hace alrededor de un mes, la evolución de la enfermedad hace temer mayores contagios.

"Después de ver cómo se comporta la bacteria en este entorno, con esta gente, y después de ver lo pobres y hambrientos que están, sabemos que tendremos que revisar al alza nuestros números", admitió en declaraciones a la CNN la portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Nyka Alexander.

Con el objetivo de propiciar el encuentro de los investigadores nacionales y de las autoridades en las áreas de las ciencias aplicadas al conocimiento de los riesgos naturales y antrópicos (inundaciones, sequías, tsunamis, terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos y otros), este miércoles 24 de noviembre se inaugurará en la Universidad Estatal Península de Santa Elena el Primer Congreso Nacional de Ciencias Aplicadas al Conocimiento de los Riesgos Naturales y Antrópicos.

Este congreso busca, además, establecer el estado de la investigación científica a escala nacional en disciplinas tales como la oceanografía, la hidrología, la hidráulica, la meteorología, la sismología y la vulcanología, entre otras,  para sobre esa base potenciar políticas de gestión de riesgos y líneas de investigación acordes con la realidad geográfica y social ecuatoriana.

Entre los organizadores de esta experiencia pionera se encuentran la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología, la Escuela Superior Politécnica del Litoral, el Instituto Oceanográfico de la Armada, la Universidad Estatal Península de Santa Elena, la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, la Universidad Estatal de Cuenca, la Secretaría Nacional del Agua, el Instituto Nacional de Pesca y el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología.

Veinticinco presentaciones sobre diversos temas sísmicos y volcánicos serán presentadas en este Congreso por las científicas y los científicos del Instituto Geofísico. Entre ellas, pueden mencionarse la ponencia “Resultados preliminares de una red de estaciones multiparamétricas en el noroeste del Ecuador y su contribución al conocimiento del peligro sísmico en el Ecuador”, a cargo de Hugo Yepes; “El Pasado es la Clave para el Futuro: Impactos de Futuras Erupciones Volcánicas en el Ecuador”, por Minard P. Hall; “Distribución de cenizas volcánicas Holocénicas tardías en la Costa del Ecuador”, por Silvia Vallejo; “Variaciones en la Matriz de Lahares del Volcán Cotopaxi y sus Implicaciones en el Nivel de Amenaza”, por Patricia Mothes.
Este domingo 13 de noviembre, la hermana república de Colombia recuerda 25 años de la llamada “tragedia de Armero”, producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de 1985. Ese día la ciudad de Armero, en el departamento del Tolima, fue arrasada por varios flujos de lodo y escombros (llamados lahares en el argot vulcanológico) ocasionados por la fusión de parte del casquete glaciar del Nevado del Ruiz. De acuerdo con diferentes fuentes, entre 23 mil y 26 mil personas murieron por esos flujos. A estas pérdidas humanas habría que sumar, según el blog de Yefry Vargas (http://yefrybart18.blogspot.com), “20 611 damnificados y heridos, muchos de ellos mutilados y gravemente afectados, por no decir impactados psicológicamente, e incalculables pérdidas económicas (4 400 viviendas, 19 puentes, 1 400 millones de dólares del comercio).” Fue la mayor tragedia relacionada con un fenómeno natural en la historia de Colombia y la segunda erupción con más víctimas en la historia moderna (solo superada por la erupción de la Montaña Pelée en Martinica, en 1902).

A 25 años de estos hechos, el tema que quizás merezca mayor énfasis es que el desastre pudo haberse evitado, ya que desde noviembre de 1984 las autoridades locales y nacionales de Colombia habían recibido advertencias por parte de múltiples organismos vulcanológicos, moradores y andinistas, que, desde septiembre de 1984, observaron los primeros indicios de actividad volcánica. Sin embargo, tales advertencias no merecieron la atención necesaria por parte de las autoridades o fueron consideradas “alarmistas”.